SEGUNDA PARTE:
EVANGELIOS
En la Pascua de 1996 los medios británicos dedicaron mucha atención a lo que se creyó un descubrimiento sensacional:1 el de unos osarios de Jerusalén, y en éstos, las osamentas de un reducido grupo de personas entre las cuales había un «Jesús hijo de José», a más de dos Marías (una de ellas con inscripción en griego, así que en el contexto podían ser la Virgen y la Magdalena), un José, un Mateo y un «Judas hijo de Jesús».
Por supuesto tales nombres, todos aparecidos al mismo tiempo y en tal circunstancia, eran para excitar la fantasía de los cristianos, aunque las implicaciones del descubrimiento no fuesen necesariamente de su agrado. Al fin y al cabo, el cristianismo se basa en la idea de que Jesucristo resucitó de entre los muertos y subió materialmente a los cielos. El hallazgo de sus huesos habría sido catastrófico. Pero ¿eran de veras los suyos y los de su familia?
Seguramente no, hay que admitirlo. La coincidencia de esos nombres tan especialmente...
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